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Miguel Ángel, Juicio Final
Juicio Final Miguel Ángel trabajó en el Juicio Final desde 1536 a 1541, que unánimente
se considera la obra maestra de su madurez.
Obsérvese la diferencia que se nota entre la ejecución de la bóveda y la del
Juicio. En la bóveda, Miguel Ángel pintó los elementos arquitectónicos para
dividir entre sí las escenas. En el Juicio, no hay divisiones, la misma pared
desaparece, vemos y participamos en los acontecimientos del último día.
Jesús está en el centro, Juez Supremo, a su lado la Santa Virgen. A
sus pies, San Lorenzo muestra la parrilla sobre la que fuera quemado
vivo. De frente a él San Bartolomé, el Apóstol que fue despellejado vivo,
sosteniendo su piel, en la que Miguel Ángel pintó su autorretrato. En efecto,
se lo reconoce por la nariz aplastada (Vasari cuenta que el artista, cuando
tenía quince años, recibió un golpe tan violento de otro joven escultor
envidioso de él, que la nariz le quedó deformada).
Debajo, en el centro, los ángeles con los clarines anuncian el día del Juicio y
la resurrección de los muertos que, a la izquierda, van retomando su cuerpo
y vuelan hacia el cielo para ser juzgados. Los réprobos serán echados a las
llamas con un potente gesto de Dios.
El color azul claro del cielo, logrado con el lapislázuli, es bellísimo.
Para mostrar la intensidad del negro que cubría el fresco y para brindar
testimonio a futuros “limpiadores” sobre el tipo de suciedad quitada, se han
dejado algunos rectángulos sin limpiar. Parecería imposible que la Sixtina
hubiera estado tan negra.
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