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Bóveda

                La magnífica bóveda fue decorada a fresco por Miguel
                Ángel entre los años 1508 y 1512. El Papa Julio
                II della Rovere, sobrino de Sixto IV, había llamado al
                escultor florentino, famoso por su Piedad, para erigir
                un mausoleo, adornado por lo menos con cuarenta
                estatuas de gran tamaño, que se colocaría en el
                centro de la vieja basílica de San Pedro. Miguel Ángel
                se sentía feliz, estaba por transformarse en el escultor
                del Papa, podía desencadenar libremente su talento.
                Sin embargo e imprevistamente, Julio II cambió
                de idea: estaba pensando en un proyecto distinto,
                construir una nuova e inmensa basílica sobre la tumba
                de San Pedro.
                Miguel Ángel fue invitado, entonces, a realizar–en el
                interín– los frescos de la bóveda en la Capilla Sixtina.
                Al principio rechazó el trabajo, luego aceptó el encargo
                muy a su pesar: se iba a demostrar el más grande
                pintor del siglo.
                Encarando la compleja técnica del fresco, y teniendo
                que confrontarse con los mejores pintores que antes
                de él habían hecho los frescos parietales debajo
                de la bóveda, Miguel Ángel trató de recordar todo
                aquello que a la edad de trece años había aprendido,
                junto con su amigo Francesco Granacci (entonces
                de diecinueve años) en el taller de Ghirlandaio en
                Florencia. Justamente a Granacci le pidió que se
                uniera a él en Roma para que juntos ‘recordaran’
                los secretos de esa especial técnica pictórica. Otros
                colaboradores florentinos subieron también a los
                andamios, pero ya en 1509, a causa de algunos
                malentendidos, sobre todo por motivos económicos
                (Miguel Ángel se veía obligado a pagar de su bolsillo a
                sus ayudantes) el artista se quedó solo. Y solo llevó a
                cabo el gigantesco trabajo.
                Lamentable todavía se dice algo que no es verdad,
                que Miguel Ángel pintaba en posición supina sobre
                los andamios (creencia debida a la interpretación
                equivocada de una nota de Vasari). En una carta a
                su padre, a Florencia, se ve un dibujo en que Miguel
                Ángel explica lo que sufría pintando, de pie, con los

                     Miguel Ángel,
                     bóveda de la Capilla Sixtina

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